¿Cuántos de vosotros habéis crecido viendo “La Ley de Los Ángeles” o “Ally McBeal? Probablemente muchos.
¿Quién no recuerda al agresivo y duro Michael Kuzak, enfrentándose siempre a casos complejos y de una enorme repercusión mediática en “La Ley de los Ángeles”, o a una perfecta Calista Flockhart en el papel de “Ally McBeal” que triunfaba como abogada en una elitista firma de Boston?
Incluso, podríamos preguntar, ¿quién no ha visto algún episodio de “Suits”, “Shark”, “Scandal”, “Ley y Orden” o “Boston Legal”?
Y, permitidme una última cuestión: de todos los que os dedicáis a la abogacía y estáis en este foro, ¿Cuántos, alguna vez, habéis tenido que explicarle a algún cliente que, el ejercicio de nuestra profesión no tiene nada que ver con el de esas exitosas series? O, ¿cuántos habéis tenido que advertir en ocasiones que, los juicios, no son cómo los de la “tele”?
Otros tantos, ¿verdad?
Puede que, además, alguno de vosotros, en algún momento de vuestro ejercicio profesional, se haya visto en la necesidad de explicar la diferencia entre los juicios o negociaciones en la ficción y lo que acontece en la realidad.. Y, es qué…¡cuánto daño pueden hacer las Series americanas!
Pero, lo que a mí me preocupa, no es que un cliente, ante su primera vez en un juzgado se sienta como si estuviese en un capítulo de “La ley de los Ángeles” o, vea a su abogado como a Michael Kuzak o como a Ally McBeal, porque para eso ya estamos nosotros -abogados- para explicarles cuál es la realidad de la Justicia y de su escenario en España. Lo verdaderamente preocupante se da cuando, en ocasiones, al otro lado, nos toca lidiar con algún compañero que, aunque conoce perfectamente el funcionamiento de la Justicia en nuestro país y ordenamiento jurídico, se empeña en protagonizar ante ti la peor versión de cualquier protagonista de serie B: hostil, agresivo y, sin ninguna empatía.
El artículo 11 del Código Deontológico de la Abogacía Española, aprobado por el Pleno del Consejo General de la Abogacía Española el 6 de marzo de 2019, indica cómo debe ser la relación entre abogados y qué reglas de conducta deben siempre guardarse entre los profesionales de la abogacía. En concreto, indica que quiénes ejercemos la abogacía, debemos actuar siempre con recíproca lealtad, respeto mutuo y debemos ser compañeros.
De igual modo, siempre hay que mantener el más absoluto respeto hacia el abogado contrario o abogado defensor del resto de partes, por lo que hay que evitar cualquier alusión personal tanto en escritos judiciales, informes orales o ante cualquier otra comunicación escrita o verbal.
Se exige por el código deontológico de la abogacía respetar la libertad e independencia del contrario.
Es un deber entre abogados el de recibir con la máxima premura y preferencia al compañero que acuda a nuestro despacho por motivo profesional, al que siempre se tratará con la máxima atención, educación y cordialidad. De igual modo, siempre deberán observarse con igual premura las comunicaciones escritas o telefónicas de otros profesionales de la Abogacía, incluso, las comunicaciones telefónicas que, es conveniente que siempre sean atendidas personalmente.
La norma general es la de que entre todos los profesionales de la abogacía, la relación entre abogados se dé en un entorno de respeto total y absoluto hacia las normas y deberes de conducta y, por supuesto, hacia el resto de compañeros de la profesión. Pero y, como citó Cervantes en El Quijote (II 13), “en todas casas cuecen habas y, en la mía, a calderadas”.
Y, es que, existe todavía algún compañero que no ha entendido o no quiere entender que los intereses de nuestros clientes se defienden desde el respeto y que nunca hay que perder para ello la educación o llevarse el asunto al terreno personal. Todo juicio se gana aplicando la técnica procesal y nuestro saber jurídico, pero nunca faltando a la ética ni al compañerismo.
En mis años de profesión, la norma es encontrarme con grandes compañeros de los que, incluso, muchas veces, compartes y aprendes técnicas, experiencias, novedades jurídicas y procesales, ratos de esperas en los pasillos de los juzgados, sinsabores de la profesión y experiencias de la vida. Pero, en alguna ocasión aparece algún compañero que, sin tan siquiera conocerte o haber coincidido nunca, hace gala de la falsa premisa que indica que para ganar un conflicto ante un cliente, debe mostrarse hostil y agresivo con el abogado contrario.
Es bueno implicarse en los asuntos, pero no hay que hacer nunca de los asuntos algo tan propio como para dejarnos llevar por la pasión y perder la razón.
Los abogados debemos mantener recíproca lealtad, respeto mutuo y relaciones de compañerismo. Tanto el artículo 34 del Estatuto General de la Abogacía como el artículo 12 del código deontológico prevén distintos deberes que nos incumben a los abogados en nuestras relaciones con otros compañeros.
Que nuestros clientes tengan una enemistad manifiesta con la otra parte, no quiere decir que, como abogados, debamos enfrentarnos al enemigo o vernos como tales. Seguimos siendo compañeros y, aunque cada uno luchará por defender los intereses de su cliente, siempre en esa lucha -que tan solo debe ser encarnizada desde el uso de la técnica jurídica y procesal- debe emplearse el respeto profesional y personal.
En mis años de profesión he tenido que aguantar algún desaire de algún compañero contrario antes o después de entrar en sala, me ha sorprendido alguna reclamación judicial a mi cliente estando en plena negociación con el letrado contrario sin que tan siquiera, aun estar obligado, me comunicara o notificara el cese o interrupción de la negociación, incluso, me he encontrado con algún compañero que pretendía darme alguna lección sin tener en cuenta que, aun ser mujer y puede que más joven, estudiamos en la misma facultad, misma carrera y, probablemente bebimos del mismo manual o embebimos parejos apuntes.
A pocos nos gusta perder y, seguro que a cualquier abogado le gusta hacerlo aún menos que al resto de la humanidad. Pero, como abogados hay que mantener la mente clara y no involucrarnos personalmente en los problemas de los clientes. Hay que ser profesionales y objetivos. También en nuestra relación entre abogados. La objetividad nos ayudará a ponernos en lugar del compañero contrario y a defender y a respetar su trabajo.
El resto, y estaréis de acuerdo conmigo, es todo cuestión de educación. ¡Qué importante es educarnos en valores! Educarnos en estrategias y en dinámicas de relaciones que nos formarán en civismo y en una convivencia basada en el respeto, en la empatía y en la igualdad.
Y, es que, si respetamos las normas -que en el Estatuto de la Abogacía y el Código deontológico de la Abogacía están claras-, miramos de ser amables y pacientes, si entendemos que no hay nadie mejor que nadie, sino que todos somos iguales, porque las normas son para todos, y son necesarias e importantes para una buena adecuación social y para un buen cumplimiento de las normas de convivencia, serán más fáciles las relaciones entre abogados.
Qué importante es ponerse en el lugar del otro compañero e intentar empatizar rechazando cualquier forma de discriminación -por edad, por sexo, por tipo de despacho o por especialización, nacionalidad, ideales-. Hay que ser cordiales, tratar al compañero de igual a igual y predicar con el ejemplo.
Las buenas relaciones ayudan y contribuyen a que se mantenga la paz y se resuelva de manera cordial a veces el procedimiento. Un abogado contrario agresivo, distante y poco hábil en las relaciones personales y profesionales, no ayudará a poder resolver el conflicto de manera extrajudicial.
Es necesario un buen diálogo, respeto en la relación entre abogados y una buena técnica de negociación para resolver los conflictos de los clientes. Siempre que cualquier relación entre letrados se dé en un ambiente cordial será más fácil y efectiva cualquier negociación. Y, es que, ya lo dijo Aristóteles: “Si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían necesidad de la justicia”. Pues, practiquemos la empatía y la cordialidad en nuestras relaciones entre abogados y, quizás, habrá menos necesidad de judicializar los asuntos y podremos resolver más conflictos desde la negociación o desde la vía del mutuo acuerdo.