La paciencia es la capacidad de esperar en un sitio a que ocurra algo o a que llegue alguna persona y, sin duda, su definición encaja con la más indispensable de las virtudes con la que debe contar un Procurador para el ejercicio de su profesión.
¿Qué sería de un Procurador sin “paciencia”? Y, mejor aún, ¿qué sería de los Procuradores si no tuviésemos esa capacidad de poner siempre buena cara mientras ejercemos nuestra espera?
La respuesta está clara y, se traduce en un seguro casi unánime: “muy poco”.
Nos pasamos nuestra jornada laboral sin parar. Todo el día de aquí para allá. Pero, aunque parezca contradictorio, en nuestra “yincana” de “apud actas”, juicios, comparecencias, ratificaciones, recepción, traslado y presentación de escritos y de notificaciones, recuento de plazos, seguimiento de asuntos, gestiones judiciales, atención telefónica a abogados y clientes, resolución de “inputs” varios y gestión de nuestros despachos, hay que añadir siempre largas esperas que, muchas veces, son totalmente innecesarias.
Una de las acepciones que la Real Academia de la Lengua Española le da a “la espera” es la de “calma, paciencia, facultad de saberse contener y de no proceder sin reflexión. Tener espera. Ser persona de espera”. Y, es que, ¡qué cierto es aquello de que, “quien espera, desespera”! y, que importante es saber mantener la calma: saber contener y tener paciencia.
Dicen que cuando esperamos por algo siempre tenemos expectativas y emociones añadidas que nos hacen mostrar intranquilidad.
Nuestras emociones, le dan a la espera una carga positiva o negativa, en función de lo esperado y por tanto, a lo que esperas, lo etiquetas según la emoción que sientes en ese momento. Si eliminas la etiqueta, hay expertos que dicen que, entonces, fluye.
Pero, qué difícil es eliminar etiquetas cuando la mayor parte de las veces, esa espera viene motivada por factores externos y que nada tienen que ver contigo ni con tu trabajo e, implica, siempre, pérdida de tiempo; de tu tiempo.
En lo profesional, desde hace años, diferentes sectores vienen pidiendo que las “esperas” en los Juzgados cuenten como tiempo de trabajo. Pero, ¿qué pasa si eres autónomo o profesional liberal independiente? ¿cómo computarían nuestras largas esperas? ¿De qué manera podríamos los Procuradores recuperar y computar el tiempo perdido en esas largas esperas de nuestras jornadas diarias? Mucho me temo que, la respuesta pasaría por un: “difícilmente”.
Pero nunca me ha asustado lo difícil y, como Procuradora, a lo largo de mis años de profesión, me he hecho experta en varias disciplinas, entre las que, sin duda, se encuentra la de la carrera de obstáculos.
En nuestra jornada laboral, cada día, surgen trabas y problemas que salvar. Algunos tienen un matiz procesal y/o técnico, otros tienen más que ver, si se me permite, con el respeto o con la falta de respeto hacia el trabajo de los demás. Puesto que por tu falta de gestión en tu tiempo no puedes hacer esperar e incidir en la gestión del tiempo de los demás. A cada uno le pertenece su tiempo y por tu falta de tiempo no puedes hacer perder el tiempo.
Y, es que, cuando existen problemas que van más allá de lo procesal, es cuando tiendes a plantearte si te compensa, no solo perder tiempo, sino verte despojado o arrebatado del que es tu tiempo.
Cuando no sabes dónde se han ido las horas de tu jornada laboral es cuando te planteas y replanteas en qué estamos invirtiendo nuestro tiempo de trabajo; cuando piensas si somos productivos o no lo somos y si esa productividad depende de ti y de tu trabajo o del trabajo de los demás.
Que para que funcione el sector público es necesario que el conjunto de organismos e instituciones que lo componen trabajen sincronizados y de manera ágil es un hecho. Pero, también lo es que el Poder judicial -que es el que administra la justicia- funciona de manera perezosa y lenta, cosa que, sin duda, le resta productividad y efectividad a cuantos, en el ejercicio de nuestras profesiones diarias, operamos en ella.
Abogados y Procuradores, en nuestras jornadas, perdemos infinitas e improductivas horas en los Juzgados. Ya sea para entrar en Sala o porque precisamos de documentación e informaciones de expedientes que, sin conocer muy bien por qué, y aun siendo sencillos objetivos se tornan, sin más, en duras y complicadas misiones que, a veces, hasta requieren de ingeniosos y arduos operativos que ejecutamos de manera ya casi perfecta muchos de los Procuradores en nuestro ejercicio.
En esas ocasiones, resulta evidente que las esperas y pérdidas de tiempo se nos escapan. No está en nuestras manos poder solucionarlas. No nos corresponde a nosotros, sino a nuestras instituciones luchar contra ellas para que nuestro trabajo se pueda realizar de forma más ágil y sin dilaciones indebidas.
Pero, de todos modos, desde nuestra humilde posición, creo que podemos hacer y mucho. Abogados y Procuradores no competimos, trabajamos siempre juntos y en colaboración.
Para aprovechar el tiempo, nuestro tiempo, hay que recuperar el que perdemos en el ejercicio de actividades que no compensan. Muchas veces todo es cuestión de empatía y de solidaridad.
Si abogados y Procuradores colaboramos pensando en que de nuestra efectividad en el trabajo dependerá la efectividad y menor espera del otro, si entre nosotros nos organizamos, desaparecerían las esperas y, ni se nos vampirizarían minutos ni se nos restaría tiempo.
Todo parte de la organización. Pero no cualquier organización sirve. Sino una organización basada en el orden natural de las cosas, y en la responsabilidad de equipo y solidaridad y respeto hacia los demás. Es decir, que tú en tu trabajo y profesión te sientas ordenado dentro de tu caos, no significa que los demás, deban compartir tu caótica organización y, mucho menos, cuando ese cuestionado orden reste ya no tu tiempo, sino el tiempo de otros profesionales que, para poder terminar su trabajo, dependen de que tú te organices y te gestiones en tu caótico día.
Si nos fijamos, gran parte de nuestra jornada laboral se pierde por culpa de la intervención de personas que por su difícil y cuestionable organización pierden su tiempo y por ende, nos hacen perder el nuestro.
Y, siendo así, deberíamos cuestionarnos si estamos perdiendo tiempo en actividades profesionales de valor o no.
La “teoría del valor-trabajo” considera que el valor del servicio que se presta está determinado por la cantidad de trabajo necesario para producirlo. Así pues, cuantas más horas se requieran para realizar o desarrollar nuestro trabajo, mayores deberían ser nuestros honorarios.
Pero, ¿cuántos Procuradores, aplicando esta teoría, aumentamos nuestros honorarios al colaborar con despachos o clientes con quienes debemos utilizar más horas de nuestro tiempo para realizar el mismo trabajo que con otros clientes y/o despachos? Seguramente ninguno o, muy pocos.
Los Procuradores estamos mal acostumbrados. Desde un discreto segundo plano, lidiamos cada día con mil y un obstáculos intentando encajar en nuestras jornadas cualquier tiempo, el del que marcan nuestras horas y minutos de trabajo, pero muchas veces, también, el que marcan esas improductivas e innecesarias esperas que recibimos de la gestión y organización ajenas de otros tiempos.
Esperamos cuando los funcionarios de los Juzgados nos piden tiempo antes de poder facilitarnos datos de los expedientes en los que trabajamos. Esperamos cuando los clientes llegan tarde e, incluso cuando no se nos avisa de que ya han llegado o de que no van a llegar en tiempo ni a tiempo. Esperamos cuando hay retraso en los señalamientos del día o por cuestiones de agendas que nos son extrañas. Volvemos a esperar al llegar al despacho, cuando comprobamos que las plataformas telemáticas, se caen o presentan incidencias que en todo caso, competen a la Generalitat o a Justicia y no a la gestión de nuestros despachos. Esperamos a que el Letrado nos pase su escrito de “fine” cuando, por lo que sea, no ha podido hacerlo en tiempo. Incluso, esperamos para algo tan básico y necesario como es comer, cuando el abogado nos pasa un escrito de “guardia” que, al parecer, y por sus razones, quiere presentar, no mucho antes de las tres (15h). Volvemos a esperar y, a esperar, cuando la plataforma de Lexnet se colapsa y no nos llegan todas las notificaciones o, cuando nos llegan, pero esta vez mal y a cuenta gotas. Esperamos a que el abogado nos dé el “ok” a nuestros e-mails con resoluciones, o a que nos confirme si van a presentar escrito o si quieren hacer alegaciones, etc.
Esperamos, esperamos y volvemos a esperar. Porque, a diferencia de gran parte de la sociedad, el Procurador, sabe y, muy bien, esperar. En nuestras largas esperas, cultivamos la paciencia cada día.
Y, aunque parezca extraño, esperamos pero ya no desesperamos y, es aquí donde surge para nosotros lo inesperado: los éxitos requieren de tiempo y paciencia y gracias a ello, gracias a esos instrumentos, alcanzamos una de nuestras mayores destrezas: la de la templanza, otra de las bonitas virtudes que se nos presupone a los Procuradores y que nos da la espera