Llevo el peso de un largo y lluvioso día de trabajo pero todavía me queda una visita. Normalmente no atiendo tan tarde porque mi capacidad de atención y escucha activa, a cierta hora, no es tan buena. Pero hoy he hecho una excepción con unos clientes que se divorcian y, por motivos laborales, no teníamos un horario distinto en el que poder agendar una visita. Me están esperando. Camino hacia la sala de juntas con esa media luz baja de las tardes de finales de septiembre que invita más a recoger y cerrar el despacho que a reactivar tu energía para dirigir una visita entre dos personas que han tomado la decisión de separar sus caminos pero, que no sabes cuan cordiales se van a mostrar en la reunión.
Abro la puerta y nos presentamos. Parecen agradables. Ella se muestra muy sonriente y me agradece haberles podido atender tan tarde. Él, más serio, pero también amable, me agradece igualmente. Nos sentamos . Ella empieza a explicarse. Él escucha asintiendo y de vez en cuando interviene para concretar y/o matizar algún punto o cuestión. En un momento determinado, cuando hablamos de sus dos hijas, a él se le inundan los ojos. Intenta disimular pero no puede. Se derrumba. Intento reconducir la situación y le pregunto si está bien y quiere compartir lo que le pasa o entristece. Él me indica con un gesto que prefiere que continuemos. Le alcanzo una botella de agua y comienzo a tratar el tema de la guarda y custodia de las niñas. Él escucha, pero, en un momento determinado, se calma y pide permiso para interrumpir. Le doy la palabra y me explica que ha pasado algo que ha hecho que su relación con sus hijas ya no sea la misma, sobre todo con su hija mayor. Vuelven a inundarse sus ojos en lágrimas y, ella le ayuda tomando las riendas de la conversación. Empieza a explicarme que, no ha pasado nada, pero quizás, no han sabido trasladarles a sus hijas correctamente su decisión de divorciarse y ello ha hecho que ahora las niñas culpen a su padre y estén distantes, sobre todo con él. Ella le mira y, en ese momento él toma la palabra. Incide en que algo no hizo bien porque ahora sus hijas no le hablan y creen que sus padres se divorcian por qué hay un “falso culpable” que es él. Y es que, aunque el amor entre padres e hijos es, seguramente, el más puro e incondicional que existe, ¡qué importante es saber abordar, enfocar y comunicar a los hijos cualquier decisión que les afecte a ellos y, sobre todo, la del divorcio de sus padres!
Seguramente, el hombre que tenía delante esa tarde, actuó con todo el amor del mundo hacia sus hijas queriendo ser él -por la buena relación que les unía- quien les explicase a ellas la decisión que habían tomado al respecto de su crisis matrimonial, pero no tuvo en cuenta el “¿quién se lo decía?”, ¿Cómo se lo decía?”, “¿qué les decía?”, o el “¿cuándo se lo debía decir?”
Ante el divorcio, cuando hay hijos, hay que tener siempre en cuenta sus tiempos y su situación. Hay que recordar que ellos conviven con vosotros. Los niños saben cómo están vuestras relaciones. Os escuchan discutir, ven si os profesáis cariño, si estáis ausentes o no, etc. Durante todo el tiempo en que ha durado la crisis matrimonial, vuestros hijos han estado ahí. Su alrededor se ha vuelto inestable y la situación, probablemente les esté afectando y, hay que tener en cuenta, fundamentalmente, una cosa: vuestros hijos necesitan continuar teniendo a su padre y a su madre para crecer y madurar, por lo que ambos debéis seguir presentes, ya sea directa o indirectamente, en sus vidas. Es cierto, a partir de ahora, todo será distinto, pero, los padres tenéis que aprender a ser lo suficientemente maduros y responsables como para abstraer el conflicto y poder tomar todas las decisiones que afecten a vuestros hijos de manera conjunta. Y, es que solo cuando vuestros hijos comprueben que sabéis remar en la misma dirección, aceptarán los cambios y podrán adaptarse con facilidad a su nueva vida; a su reorganizada vida familiar. Vuestros hijos solo necesitan continuar sintiéndose cerca de su padre y de su madre. Solo necesitan continuar sintiendo el orgullo y amor de sus padres cerca.
Para ello, es importante siempre planificar la información que les vais a dar a vuestros hijos al comunicarles vuestra decisión. Pensad que es importante que cuidéis la forma y el modo en que les dais esa información. Es importante transmitirles seguridad y no improvisar. Hay que planificar bien ese momento y lo que tenéis pensado explicarles. Pensad que vuestros hijos, deben conocer la situación y las decisiones que vosotros como padres toméis y afecten directamente a su vida o les conciernan, pero no han de saberlo todo. No es necesario que les expliquéis las cosas desde el rencor hacia el otro, o que conozcan ciertos aspectos como traiciones, engaños… ¡los dos sois sus padres1 Tan solo es necesario que les hagáis llegar vuestro amor incondicional, que entiendan que no les abandonáis, que les vais a seguir queriendo siempre y que, también siempre, les vais a ayudar. Es importante que ellos os vean cómplices, que no vean que uno de los dos es “el bueno” y el otro “el malo”, o que uno es “víctima” y el otro “culpable”. Han de tener claro que vuestra decisión está muy meditada y que los dos, lo habéis intentado y hablado mucho pero que habéis tomado una decisión que no va a tener marcha atrás. Los hijos se adaptan a cualquier circunstancia. Muchas veces tienen más madurez de la esperada, pero deben saber que no existe posibilidad de reconciliación para que ellos contemplen las cosas como son, sin falsas ilusiones o expectativas. Sus padres se divorcian, ellos deben saber y sentir que, aun así, ellos son lo más importante para vosotros y que siempre van a serlo y vais a darles el mismo amor de siempre. Todo será igual pero, compartirán tiempo y espacio de una forma distinta con cada uno de vosotros.
Si continuamos dentro de cómo planificar el traslado de la información sobre la gran decisión tomada, es importante tener claro en primer lugar quién es el que va a explicarles a los hijos la decisión. Bajo mi punto de vista profesional, pienso que es importante, en ese momento, que ambos progenitores tengáis la capacidad suficiente de poder trasladarles a vuestros hijos de manera conjunta y con cierta cordialidad la decisión sobre la ruptura. Aunque uno de los dos sea quien, de manera unilateral, haya decidido divorciarse, es bueno para vuestros hijos que ambos compartáis la responsabilidad de informarles. Si no lo podéis hacer así, como mínimo, debéis comprometeros a darles la misma versión y, recordad: sin que haya buenos ni malos, ni víctimas o villanos.
Y, ¿qué explicarles? Debéis tener en cuenta en todo caso la edad de vuestros hijos. Evidentemente, hay diferencias. No es lo mismo si estáis ante un niño de menos de seis años que no necesitará la misma información que, si estáis ante un hijo adolescente. Por ello, hay que medir lo que les explicáis de acuerdo a sus posibles reacciones y dadas sus edades: Por ejemplo, si vuestros hijos son pequeños, digamos, hasta los seis años de edad, lo más importante es hacerles ver que ellos no son culpables de lo que pasa y, deben entender que nada va a cambiar y que su padre y su madre van a seguir cuidando de ellos con una presencia frecuente y regular. Debéis fomentar vínculos y apegos por lo que es importante estar con ellos sin que pasen muchos días sin veros. De esta manera se mantendrán hábitos y rutinas por ambos progenitores que cubrirán el día a día de los menores y ellos sentirán que tienen regularidad en los contactos y se les transmitirá tranquilidad y un normal desarrollo. Pero, ¿y si tu hijo es adolescente? No le explicarás lo mismo, ¿verdad? Cuando tu hijo es adolescente, quizás pueda parecer más complicado. Pero, intenta darle su espacio. No impongas ni intentes prefijar planes. Es mejor intentar ser flexible para no distanciarte de ellos. Negocia los encuentros según sus necesidades e intereses y haz que sean compatibles con los suyos y los de sus amigos. En esta etapa lo importante es generar momentos. Podrás hablar de una manera más abierta con ellos en cuanto a la ruptura, aclararles dudas. Podemos hacerles partícipes de decisiones que afecten a su vida, aunque sean los progenitores, evidentemente, quienes las adopten, pero se sentirán involucrados. Centro de vuestra nueva vida. Mientras mostréis disponibilidad hacia ellos, les dediquéis tiempo y permitáis que tengan esa fase de adaptación necesaria, sobre todo si es que en vuestras vidas va a entrar una nueva persona, todo irá bien. Cuantas veces, he escuchado a adolescentes que se mostraban reacios a terceras personas en las vidas de sus padres y les decían que ellos no habían elegido estar con esas personas que no conocían. Recordad que si no les dejáis ese espacio y tiempo de aceptación a esa nueva pareja ello generará un distanciamiento y se opondrán a vuestra nueva relación sin más. Hay que dejar acercar a esas nuevas parejas con normalidad pero con precaución y de una manera natural a vuestros hijos, nunca de forma forzada, rápida o sin tener en cuenta el proceso necesario de adaptación de vuestros hijos.
Una vez tenida en cuenta la edad de los menores para valorar qué les explicamos, ahora lo que nos queda es saber ¿cómo se lo decimos o explicamos? Y, aunque os pueda parecer una tontería, no lo es. La forma, los gestos o las palabras que utilicéis son importantísimas. Vuestros hijos, aunque no lo creáis, hace tiempo que intuyen que las cosas no van bien, están esperando a saber qué pasa, porque aunque no lo creáis, ellos, no saben qué pasa realmente. Nunca debéis trasladarles vuestra decisión desde la rabia, o desde la tristeza o pena. Vuestros hijos en ese momento os escuchan atentamente y cualquier cosa que les digáis o que perciban va a bastar para hacerse su “película” de los hechos. No dejéis que lo vivan como algo negativo ni permitáis que vuestros hijos adopten una actitud negativa hacia el otro progenitor que hará que lo rechace. Los dos le queréis, los dos continuaréis pendientes de él. Os separáis o divorciáis vosotros, no vuestros hijos y, es lo que ellos deben percibir, escuchar y saber.
Por último, pero no menos importante, es saber cuándo debéis informarles de vuestra decisión sobre la ruptura. No vale cualquier momento. Debéis trasladarles vuestra decisión en un momento de tranquilidad. Vuestro hijo, no necesita saberlo todo, ni la verdad, ni los motivos de vuestra ruptura, ni los detalles, ni si uno es el que deja y el otro es el dejado…Solo necesita saber que os van a tener igual que siempre, que le vais a querer de la misma manera. La información debe ir encaminada a hacerle saber cómo os vais a organizar a partir de ahora, qué lugar vais a ocupar en su vida, qué tiempo compartirá con cada uno de vosotros. Y, es importante que recordéis que vuestro hijo no es vuestro amigo. No lo utilicéis para explicarle las cosas que os preocupan de vuestro proceso de divorcio. No os desahoguéis con ellos ni les contéis lo que os molesta de su madre o de su padre. Si vuestros hijos perciben normalidad, si ninguno de sus padres dejan de implicarse en su vida, si cesan en el conflicto y las discusiones, el menor se irá adaptando y acomodando a su nueva situación y nueva organización familiar. Los menores se adaptan muy bien por lo general a los cambios, pero para ello deben percibir que su mundo no se destruye, sino que se redistribuye. Y es que, cuando modificamos de forma radical nuestro entorno, debemos tomarnos un tiempo para modificarnos a nosotros mismos y así poder existir dentro de él.
Una buena comunicación y gestión de la información hará que con el debido tiempo, vuestros hijos asuman su nueva situación desde la normalidad y sin sufrimientos.