Cuando la separación y/o el divorcio es la solución.

No os diré qué he estado haciendo, pero llevo todo el fin de semana intentando poner orden, seleccionando, pensando e imaginando, pero también curando, sanando y descartando entre apegos y recuerdos. De vez en cuando, al apilar cajas, asoma algún tesoro que emociona y, al tiempo alivia y reconforta.

Entre el papel burbuja se estrujan mil historias que resuenan en mi interior mientras las guardo con cariño en montones que ahora cierran emociones al toque del seco y ruidoso sonido del precinto.

De repente, de entre todos los recuerdos, algo llama mi atención. De un antiguo álbum de fotos sobresale una imagen que me atrae a ella como el imán al hierro. Tiro de ella y, me sorprendo sonriendo, mientras mis ojos empañan la nitidez de la imagen que mi corazón bombeante alienta. Y, es entonces cuando mi exaltada voz interior, me repite que el amor, cuando es, es de verdad, es sincero y, aunque dure un solo instante o, toda una vida, es infinito y, aunque termine, nunca muere porque es eterno.

Este relato, en mi caso, nada ha tenido que ver con el amor o con el desamor, sino con algo diferente y lleno de ilusión, pero, al ponerme a escribir estas líneas para este “post”, me he dado cuenta de algo y, es que mi relato trasciende a la perfección esa sensación que cualquiera de mis clientes puede sentir al tener que reordenarse cuando asoma el fin de una vida, pero también el fin de un matrimonio, de una relación, o de un amor, porque, a veces, el divorcio es la solución.

No sé si los sinsabores de la vida te hacen valorar o apreciar de mejor manera los sabores o, si quizás las malas experiencias te llevan a crecer y a elegir o seleccionar las experiencias que deseas. No sé si soy experta en algo –siempre siento que puedo aprender más-, pero, ya avisé hace tiempo que, por mi profesión, me acerco a muchas situaciones y sensaciones que, en todo caso, si me hacen experta en algo es en la gestión jurídica de las rupturas de amor.

Los abogados de familia, no solo entendemos de procedimientos judiciales, de asuntos legales y de la mejor forma en que una familia puede adoptar medidas en un momento de ruptura o de separación. Los abogados de familia, nos vemos en la necesidad de bailar entre sentimientos mientras buscamos la mejor manera de solucionar las diferencias en el divorcio y, esta necesidad nos obliga a encontrar la forma de crecer en nuestras habilidades para poder ayudar a nuestros clientes. No solo debemos mantenernos al día en relación a normas procesales, jurídicas o, en cuanto a jurisprudencia y doctrina, sino, que hay que buscar apoyos que a veces nos hacen entender a nuestros clientes o nos facilitan abrir nuevos puentes de negociación en una separación o divorcio.

En base a ello y a esa necesidad de entender, conocí el trabajo de John Gottman, uno de los terapeutas más influyentes del mundo que dedicó gran parte de su tiempo a analizar las relaciones entre hombres y mujeres formulando estadísticas y modelos capaces de predecir si una pareja se separará o un matrimonio acabará en divorcio.

Y es que, al final, como Gottman, siento que, sin ser terapeuta, pero por mi condición y profesión de abogada de familia, sin darme cuenta a veces y, en otras ocasiones, porque todo aquél que vive a tu alrededor, como amigo o familia, siente curiosidad sobre lo que tú, como abogado, opinas de sus problemas o conflictos, nos hacemos expertos y, a simple vista a veces, ya sabemos que hay romances e historias para los cuales, el divorcio es la solución.

John y Julie Gottman crearon la teoría de “La casa de la relación sólida” y mediante ella, explican que para que una relación funcione de una forma sana y natural, deben darse nueve componentes que pasan por construir los mapas de ese amor que se pretende hacer crecer y que deben ser los cimientos de esa casa. Sobre ellos, ambos miembros de la pareja deberán cultivar el cariño y la admiración que se deben tener acercándose con perspectivas siempre positivas. Ambos deberán tener habilidades suficientes para manejar conflictos que a veces surjan y se empeñaran en hacer que los sueños que ambos tengan en sus vidas se cumplan y hagan realidad. Deben crear un sentido de trascendencia que les ayudará a conectar en valores y en forjar esa relación de confianza y compromiso mutuo que se hará necesaria para poder hacer que esa casa se haga sólida.

Pero, del mismo modo, dicen que “cuatro son los jinetes del apocalipsis matrimonial” o de un divorcio anunciado: la crítica, el desprecio, la actitud defensiva y el obstruccionismo.

Cuántas veces, no estamos frente a un cliente en un divorcio que no deja de realizar constantes críticas personales hacia su cónyuge. Le desagrada todo de esa persona e incluso ni tan siquiera recuerda o sabe decir cosas que le gusten de esa persona o que le hubiesen gustado. Difícilmente saldrá bien una relación en la que no exista admiración hacia la otra persona o en la que no se aprecie cariño. Para esa persona el divorcio es la solución, pero, deberá aprender, con o sin la ayuda de terapeutas, a ver o a recordar las cosas positivas que esa persona tenía cuando se enamoró o decidió unirse a ella. Sobre todo si existen hijos en el matrimonio. Ellos no merecen continuar escuchar críticas constantes entre sus padres. Ellos merecen, aunque sea a partir del divorcio, ver un mínimo de respeto entre ellos.

Del mismo modo que Gottman dice, para mí, “el peor de los jinetes” es el del desprecio. Para Gottman, el desprecio es el “beso de la muerte de una relación”. Cuando alguien siente que está por encima de ti, cuando no te valora lo suficiente, cuando tú lo das todo o le muestras un afecto o cariño que el otr@ rechaza con un desplante o desde el sarcasmo o desde la burla, no vale la pena seguir, el divorcio es la solución también aquí.

La mayor parte de las veces el desprecio tan solo es la manifestación de alguna inseguridad o de, puede, que alguna frustración de quien lo profiere. Y, el despreciad@ suele incluso defender al que desprecia porque llega a ver como algo normal ese desprecio debido a que ha acabado perdiendo su autoestima.

El daño y el vacío sufridos durante el tiempo que haya durado la relación, generaran dificultades en establecer relaciones futuras. Lo mejor, en estos casos es no dejar pasar ninguna situación de desprecio porque quien no te valora, quien no agradece tu tiempo, tu cariño, no te hará feliz.

Aprende a salir de cualquier relación de desprecio. Nunca admitas una falta de respeto. Quien se meta con tu aspecto, con tu forma de hablar, quien no respete tu tiempo, tus gustos, o utilice cualquier detalle para ridiculizarte, te desprecia. Quien te juzga o critica en lo que haces, no te quiere, ni admira, te desprecia. Quien no se esfuerza en saber cómo te sientes o quien no le da importancia a lo que puedes sentir o sientes, o quien no te apoya en momentos en los que le necesites, te desprecia. Quien subestima tu opinión, te trata como inferior, no respeta tu opinión, ni cree que puedas dar un punto de vista válido, no te admira, porque si no le importa hacerte daño, te desprecia y no vale la pena seguir. Porque, el desprecio no te hará feliz y solo produce un sufrimiento tal que, a veces, llega hasta el maltrato y, eso es algo que jamás hay que permitir.

Otro de los jinetes es el de la “actitud defensiva”. Cuando en una relación una de las partes tan solo hace que culpar al otro de todo. Cuando uno es quien se hace la víctima y tan solo ve en el otro al culpable de la ruptura es complicado reconducir. El divorcio es la solución, puesto que una relación es de dos y, uno quizás será culpable de una cosa, pero a lo mejor, el otro también lo sea por no haber sabido poner la atención, o haber ayudado a resolver el problema.

Y, el último pero no menos importante de los jinetes de Gottman, es el de aquel que muestra una actitud obstruccionista y que tan solo hace que evadir el problema o desvincularse del mismo. Hay muchos clientes que llegan al despacho explicando que llevan años en una relación donde no se sienten cómodos por cualquier circunstancia que para ellos es importante, pero que para su pareja no. Puede, por ejemplo, que para una de las partes sea importante hacer cosas nuevas en pareja, cambiar pero la otra parte se sienta a gusto como están y no entienda de esa necesidad de cambio. No importa tener posturas distintas en la pareja, pero sí es importante aprender a gestionar esas diferencias porque en caso contrario, solo el divorcio es la solución.

Los abogados de familia estamos acostumbrados a nadar entre sentimientos encontrados y conflictos mientras gestionamos y/o negociamos una ruptura sentimental. Nuestra labor no es la de alentar a nuestros clientes a hacer crecer el conflicto, sino la de resolver la situación jurídica que se dará tras el divorcio entre las partes y con la familia, mirando de facilitarles la comunicación. Debemos hacer que la gestión de las medidas jurídicas y relacionales que se darán entre las partes se realice desde la cordialidad y fomentando el bienestar en sus relaciones y comunicaciones futuras.

Así pues, nuestra labor, como profesionales del derecho de familia, es la de formarnos en todas aquellas áreas que hagan crecer nuestras habilidades para eliminar barreras entre nuestros clientes y para aumentar la capacidad de empatizar y de entender cualquier problema que se haya podido dar durante la relación y que debe mirar de removerse para eliminar toda barrera que impida solucionar el conflicto.

A veces, sobre todo si en la relación se da cualquiera de los “cuatro jinetes del apocalipsis del matrimonio” de Gottman, el divorcio es la solución porque, como dicen, “no hay que dejarse perder por alguien a quien no le importa perderte”, pero también hay que tener presente que, como bien decía Helen Rowland, “cuando dos personas deciden divorciarse, no es señal de que “no se entiendan”, sino una señal de que, al menos, por fin han comenzado a hacerlo”, así que, como abogados, intentemos hacer crecer ese entendimiento para que la familia, sea como sea, perdure.

 

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