¿Hay que ponerle límites al deseo de ser padres?
Hace unos días se publicaba que el Pleno de la Sala Primera del Tribunal Supremo dictaba que la gestación por sustitución vulnera los derechos de las madres gestantes y niños, ya que entraña un daño al interés superior del menor y una explotación de la mujer que cataloga contrarios a la dignidad de las personas. «Tanto la madre gestante como el niño a gestar son tratados como meros objetos, no como personas dotadas de la dignidad propia de su condición de seres humanos y de los derechos fundamentales inherentes a esa dignidad», remarcaba el fallo”.
He de confesar que, la lectura de esta sentencia genera en mi sensaciones contrapuestas. La gestación subrogada siempre ha estado rodeada de polémica. Quizás, porque siempre ha sido tratada como un asunto complejo donde límites legales, morales y éticos se dan la mano. Y, es que, el mundo, parece que siempre tiende a hacer de lo fácil algo difícil.
Hace unos años ya, la vida me acercó al corazón de dos personas que, por las circunstancias que fueran, deseaban tener unos hijos que no llegaban. Lo habían intentado todo sin éxito y, el tiempo, que, a veces, se hace insaciable enemigo de aquellos objetivos que tienen que ver con la maternidad, se echaba encima, por lo que decidieron buscar alternativas para ver realizado su mayor deseo: ser padres.
Se adentraron en un procedimiento de gestación subrogada, algo que, para mí, por aquel entonces, era desconocido y que veía como algo lejano y, de lo que tan solo tenía pequeñas referencias que, tergiversadas, habían llegado a mí a través de algún medio de comunicación o en forma de película.
Aún hoy, parece que sorprende cuando personas cercanas a ti te dicen que se van a convertir en padres mediante gestación subrogada. Y, no voy a mentir. En un inicio, la noticia suscitó multitud de preguntas cuyas respuestas bailaban a regañadientes entre lo socialmente establecido, lo legalmente permitido o moralmente aceptado y, las emociones que transmitían quienes, por fin, veían la posibilidad de ver materializados sus deseos.
Decidir no querer algo o no querer tener algo, es muy distinto a querer algo o a querer tener algo y no poder tenerlo.
A las mujeres, desde que nacemos, se nos educa para ser, algún día, madres. Y, aunque, en nosotras, dicen, que está la posibilidad de elegir, una pesada realidad social cae sobre ti cuando tu decisión parece salirse del tiesto. Los deseos y esperanzas de la mayoría de mujeres pasan, pues, por complacer lo socialmente aceptado. No se nos prepara para contrarrestar críticas y enfrentar distintas realidades. Muchas son las que, de una manera u otra, prefieren encajar y, a veces, cuando no se puede, el alma duele.
Pero, en otras ocasiones, de entre todo convencionalismo, escapa alguna valiente para quien lo único importante no es contentar al resto, sino ser feliz y buscar para ello la forma o modo de ver cumplidos sus deseos.
No toda mujer puede gestar a sus propios hijos. O, no todo hombre, que no tiene o no quiere tener esposa quiere renunciar a ser padre. Y, ¿por qué hacerlo?
La gestación subrogada es una técnica de reproducción asistida por la que la persona que desea tener hijos, no lo gesta personalmente, sino que es otra mujer quien lo hace y, una vez llegado el nacimiento ésta se lo entrega a la primera para que vea reconocida su maternidad o paternidad.
El bebé recién nacido, procederá, por lo general, de una fecundación “in vitro” que utilizará semen y óvulos de quienes serán los padres o, de donaciones de otras personas. Lo usual es que la gestante, no aporte sus óvulos, por lo que, genéticamente, tenga un porcentaje tan bajo que, realmente, no tiene nada que ver con ese bebé.
Una adopción no es una técnica de reproducción asistida, sino que consiste en un acto jurídico por el que un adulto toma como propio un hijo ajeno para establecer con él una relación paterno-filial con idénticos o análogos vínculos jurídicos que los que resultan de la procreación. Con la adopción no existe la posibilidad de que el futuro nacido tenga un vínculo genético con los padres. En el proceso de gestación subrogada, el bebé, sí tiene vínculo genético con sus padres o con alguno de ellos.
Me sorprendió conocer que no puede ser madre gestante quien no ha sido nunca madre antes. Y es que, para ser madre gestante, la madre debe ser mayor de edad y, tener menos de cuarenta años, debe de haber pasado por un embarazo y parto de un hijo propio, ha de gozar de buena salud y, estar emocionalmente preparada para la subrogación. Esas son las principales condiciones que le son exigidas a una mujer que quiera ser gestante, pero, hay países que puede que tengan algún que otro requisito añadido.
En España, la práctica de la gestación subrogada no es legal. El artículo 10 de la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida, indica expresamente que serán nulos de pleno derecho todos los contratos por los que se convenga la gestación –con o sin precio- a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante.
Pero, la Dirección General de los Registros y del Notariado (DGRN) emitió en 2010 una resolución en la que se abrió la puerta a la inscripción en el Registro Civil español de niños fruto de esta práctica en otros países, siempre y cuando existiera sentencia o resolución judicial que acreditara la filiación del menor, así como el cumplimiento de los derechos de la gestante.
El propio Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) se ha manifestado sobre estos casos y condena a aquellos países que se nieguen a inscribir a menores fruto de la gestación subrogada. El Tribunal argumenta que negarse a reconocer la filiación biológica de los hijos con sus padres por el hecho de haber recurrido a esta técnica iría en contra del derecho fundamental al respecto de la vida privada consagrado en el artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
El Tribunal Supremo venía estableciendo que, a pesar de la nulidad de este tipo de contratos, la protección del menor no puede verse menoscabada por esta circunstancia. Por lo que se ha venido entendiendo que todo menor fruto de un proceso de maternidad debe gozar de los mismos derechos que cualquier niño, prevaleciendo el interés superior del menor como pilar. De ahí que sus progenitores puedan percibir ayudas que, en realidad, van destinadas al niño y no a sus padres.
De esta manera, el Tribunal Supremo siempre ha diferenciado claramente dos cosas: por un lado, la nulidad legalmente establecida del contrato en sí, y de otro la situación de indefensión en la que podría quedar el recién nacido si se le privara de sus derechos.
Mediante el contrato de gestación subrogada, la madre gestante se obliga desde el principio a entregar al niño que va a gestar y renuncia antes del parto, incluso antes de la concepción, a cualquier derecho derivado de su maternidad.
La madre gestante, pero, indica la sentencia que, se obliga a someterse a tratamientos médicos que ponen en riesgo su salud y que entrañan riesgos adicionales a las gestaciones resultantes de una relación sexual. Además, renuncia a su derecho a la intimidad y confidencialidad médica. Mediante estos contratos, se regulan cuestiones como la interrupción del embarazo o la reducción embrionaria, cómo será el parto (por cesárea). Incluso, se determina qué puede comer o beber la madre. Se fijan sus hábitos de vida, se le prohíben las relaciones sexuales, se le restringe la libertad de movimiento y de residencia y se asistida obliga a someterse a pruebas al azar sin aviso previo de detección de drogas, alcohol o tabaco según la petición de la futura madre.
Finalmente, se atribuye a la comitente la decisión sobre si la madre gestante debe seguir o no con vida en caso de que sufriera alguna enfermedad o lesión potencialmente mortal. En definitiva, se imponen a la gestante unas limitaciones de su autonomía personal y de su integridad física y moral incompatibles con la dignidad humana, que la sentencia 277/2022, de 31 de marzo de 2022, Rec. 907/2021, dictada por la Sala primera de lo Civil del Tribunal Supremo declara vulnera todo derecho de las futuras madres.
Por otra parte, el futuro niño, al que se priva del derecho a conocer sus orígenes, es tratado, según indica la sentencia, como un objeto de cambio. Pero, aun lo expuesto, lo cierto es que, en realidad, las agencias de intermediación actúan y se publicitan libremente en España, y esos niños nacidos en el extranjero fruto de una gestación subrogada entra en España y acaba integrado de manera estable en un núcleo familiar de hecho.
Según esta sentencia del Tribunal Supremo, siempre hay que tener en cuenta el interés superior del niño y, es ello, precisamente, lo que conduce al reconocimiento de la relación de filiación a la madre comitente que, deberá obtenerse, dice la sentencia, en todo caso, por la vía de la adopción. Esta solución satisface el interés superior del menor como exige el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero a la vez intenta salvaguardar los derechos fundamentales que el citado tribunal también ha considerado dignos de protección, como son los derechos de las madres gestantes y de los niños en general.
No sé si esta sentencia satisfará los intereses de todos. Tampoco sé si todo vale para poder lograr lo que uno anhela, o si cuando algo no se puede tener, lo que toca y corresponde es hacerse a un lado y aprender a vivir con ello y en resignación. Pero, lo que tengo claro es que, aunque existan normas morales y sociales, nunca deben esas normas coartar las libertades de nadie, ya sea de hijos o de padres o madres.
Vivimos entre obligaciones y, aparentes verdades o realidades que se entremezclan entre cuestiones éticas y moralidades. Dicen que compartir lo propio se considera como lo moral y socialmente aceptado para cooperar y garantizar la prosperidad de la comunidad, pero, creo que compartir y cooperar siempre será bueno mientras se haga de manera libre, siempre que se coopere de manera voluntaria, con todas las garantías y sin que intermediarios de ningún tipo se enriquezcan o hagan negocio.
La posibilidad de legalizar la gestación subrogada, genera revuelo en la sociedad, pero, pienso que, siempre que no exista ánimo de lucro en el proceso, ayudaría y sería beneficioso para muchas familias.
Dicen que los hijos se gestan en el vientre de las madres. Yo prefiero pensar que, como decía Tagore, los hijos nacen del deseo que invade el corazón de cada una de ellas.