ABOGADO Y PROCURADOR: ¡MÁS VALOR!

Vivimos en constante lucha por nuestros derechos. Han pasado casi 73 años desde que un 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas, recogiese en treinta artículos aquellos derechos que constituirían la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que, en principio, debían de proteger al mundo entero.

La libertad, la justicia y la paz debían de protegerse. Pero, casi un siglo después, continúa existiendo hambre, armas, muerte, sometimiento y guerra. Ni todos somos libres ni todo lo que sucede o nos rodea es justo.

Hoy se lucha por la libertad sexual, por la libertad de expresión, por la de los animales e incluso por la libertad digital. Se lucha por la igualdad de género, por el respeto al medio ambiente, se lucha contra el cambio climático, por la dignidad, contra la discriminación y contra la violencia.

Y, aunque me sumo a cada una de esas luchas, a veces, miro a mi alrededor y me pregunto si además de luchar por esos derechos fundamentales, no deberíamos también rescatar aquellos valores que, por la vorágine en que vivimos inmersos, parece que hemos olvidado o restan dormidos esperando a ser liberados.

La empatía, la sensibilidad, la educación o el respeto, son valores que, por más que pase el tiempo, ningún ser humano debería dejar de entrenar ni olvidar.

Ponerse en el lugar del otro, hablarnos con y desde el respeto, valorar a los demás, ser educados, ayudan en esa convivencia que compartimos con distintas personas en distintos momentos y espacios cada día: en casa, en el trabajo, en la calle, en el transporte público.

Por nuestras profesiones –abogada y procuradora-, convivimos a diario en los Juzgados con distintos funcionarios, con otros compañeros de profesión, con tramitadores, agentes y Jueces.

Y, aunque, normalmente, la convivencia entre todos nosotros es cordial y respetuosa, hoy vengo a denunciar aquellas faltas de respeto o situaciones donde no se nos tiene nunca en la consideración que corresponde a abogados y a procuradores.

La Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder judicial, detalla qué sanciones se nos pueden imponer al intervenir en pleitos o causas cuando se considere que incumplimos nuestras obligaciones y, del mismo modo, regula la responsabilidad disciplinaria de Jueces y Magistrados (art.414 a 427 LOPJ).

Abogados y procuradores –art. 552 y 553 LOPJ-, podemos ser corregidos disciplinariamente por nuestra actuación ante Juzgados y Tribunales si faltamos al respeto debido a jueces, tribunales, fiscales, otros compañeros abogados y procuradores, a letrados de la Administración de Justicia o a cualquier persona que intervenga o que se relacione con el proceso.

Se nos puede igualmente corregir si no obedecemos al Juez en Sala, si no comparecemos ante el Tribunal sin causa justificada una vez hayamos sido citados en forma, o si renunciamos de manera injustificada a la defensa o a la representación de un cliente dentro de los siete días anteriores a la celebración de un juicio o vista señalada.

Un Juez o Tribunal nos puede apercibir e incluso también multar- artículo 554 LOPJ– y, podrá hacerlo dentro del mismo procedimiento o en procedimiento aparte –artículo 555 LOPJ– y, sí. Podemos recurrir el acuerdo de imposición de esa corrección, incluso en alzada ante la Sala de Gobierno.

Pero, las obligaciones y derechos, no son únicamente, cosa de abogados y procuradores, sino que en los artículos 417 y 418 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, se recogen los propios de todo Juez o Tribunal.

Aun así, dentro de las sedes judiciales, o dentro de las salas, en las celebraciones de las vistas, irremediablemente, la autoridad es el juez o magistrado y, aunque el respeto es habitual, en ocasiones, como decimos, letrados y procuradores, quedamos indefensos y a expensas y a merced de un saber estar o de un buen humor que brilla por su ausencia.

¿Por qué un Procurador o un Abogado debe aguantar malos modos, malas contestaciones y el mal humor o falta de respeto de un funcionario tramitador de un expediente judicial?

¿Por qué un Procurador o un Abogado ha de callar cuando en Sala, delante de nuestros clientes, un Juez decida abochornarnos, cortarnos constantemente o aguantar bostezos o faltas de atención en nuestras conclusiones o informes finales?

¿Por qué nuestros errores parecen insalvables y, los numerosos que se dan en sus dependencias, en sus diligencias o resoluciones judiciales son tapados y subsanados en la mayoría de ocasiones, sin reconocer tales errores o culpa?

El artículo 417 de la Ley Orgánica del Poder Judicial en su epígrafe 9, claramente expresa que será una falta grave de Jueces y Tribunales la “desatención o el retraso injustificado y reiterado en la iniciación, tramitación o resolución de procesos y causas o en el ejercicio de cualquiera de las competencias judiciales”.

Pero, ¿cuántos retrasos y desatenciones sufrimos diariamente Abogados y Procuradores?

El otro día, sin ir más lejos, tenía señalada una vista de un asunto civil cuya demanda fue interpuesta en el año 2019. Tuve que esperar durante dos horas y media en tanto que los juicios iban con retraso. Pero, lo peor se dio cuando por fin se abrió la puerta de la Sala de vistas y nos dispusimos a entregar los carnets a un agente que con voz entrecortada nos avisaba de que el Juez había suspendido todos los señalamientos siguientes.

No me lo podía creer. ¿No se iba a celebrar mi juicio? Llevaba días preparándolo. En el día anterior me había reunido con mis clientes en el despacho. Llevábamos toda la mañana perdida en el pasillo del Juzgado entre nervios, confidencias y anécdotas esperando a un señalamiento agendado y que, de repente, y sin motivo, se acababa de caer de la agenda y suspender.

Impotencia, enfado, incredulidad… Y, aunque en este caso, la autoridad judicial, como mínimo, tuvo la decencia y deferencia de hacernos entrar a los letrados afectados de esos pleitos siguientes y ahora suspendidos para presentarnos sus excusas y reagendar esos señalamientos, lo cierto es que nadie nos paga a abogados, procuradores, peritos, testigos ni a clientes ese tiempo de espera perdido.

La vida me ha enseñado a valorar el tiempo de todo y de todos. Los Jueces y magistrados –artículo 418.5 LOPJ– no pueden abusar de su autoridad y faltar al respeto de ciudadanos, instituciones, secretarios, médicos forenses o del resto del personal al Servicio de la Administración de Justicia, o de los miembros del Ministerio Fiscal, o de abogados y procuradores, etc.

Y, cuando un Juez o magistrado no respeta el tiempo de los demás abusando de su poder, y haciendo que se den retrasos injustificados en los procedimientos o en los juicios, cuando no llegan a la hora y ni se excusan o disculpan, nos menosprecian y minusvaloran.

Y, aunque espero que lo hagan sin darse cuenta, pienso que alguno es consciente de que su posición le da fuerza y empodera, mientras que a abogados y a procuradores, el respeto o miedo -a que nos cojan manía, a que nos dicten resoluciones desfavorables, a recibir un desaire, etc.-, nos obliga a bajar la cabeza y a callar. Y, en nuestro silencio, ese Juez, vacío de razón, ante la falta de respeto o el desplante que abandera se siente falsamente victorioso a la espera del siguiente abnegado abogado o procurador que, desde el respeto, le conceda de nuevo la venia a su ego.

Todos somos humanos. Todos nos podemos equivocar. Incluso, todos, podemos tener un mal día: funcionarios, tramitadores, jueces, fiscales, abogados, procuradores, clientes… Pero, lo que nadie puede hacer es faltar al respeto ni tampoco rendirse ante la irreverencia y la indiferencia.

Si las faltas de respeto a la autoridad están reguladas y pueden suponer un expediente disciplinario, hay que recordar que, igualmente, están reguladas las faltas de respeto de los jueces y magistrados a abogados, procuradores, ciudadanos, etc., por lo que no podemos tener miedo ni dejarnos avasallar.

Respaldémonos en nuestros colegios profesionales, denunciemos esas situaciones que consideremos injustas y luchemos no solo por hacer cumplir el derecho, sino también para que no se pierdan nunca entre los pasillos, o dependencias judiciales valores tales como la empatía, el respeto o la educación, porque mantener valores es mucho mejor que cualquier ley o reglamento.

Ya lo decía Kant: “dos cosas llenan mi mente cada vez con mayor asombro y admiración: el cielo estrellado sobre mí y, la ley moral dentro de mí”.

 

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